domingo, 15 de julio de 2012

Recuerdos de fuego

El fuego crepitaba sin cesar, sus llamas nos caldeaban a mí y a todas las personas que habíamos salido en busca de aquella arma legendaria que todos los pueblos de los alrededores anhelaban. Éramos unas quince personas, entre las cuales nos encontrábamos mi abuelo y yo. Él era ya un anciano muy viejo y se había convertido en mago del pueblo. Le había tocado a él, entre todos los magos, participar en la búsqueda del artilugio. Era ya de noche, llevábamos ya un mes buscando y no habíamos encontrado nada.
Como todas las noches, mi abuelo se dispuso a contarnos una historia que le sucediera en su juventud. Se ayudaba de un saco en el que tenía metidos unos polvos con los que nos rociaba para que pudiésemos ver y sentir la historia que nos contaba.
- Estábamos en tiempos de guerra- comenzó mi abuelo. – Nos encontrábamos en la ciudad de Thor, antigua capital del reino. Nos habían destinado con el objetivo de destruir por completo a los enemigos y a su base en la ciudad. Mi regimiento estaba casi aniquilado por completo y en tierra sólo quedábamos mi amigo Seúl y yo. Por el aire nos seguían cubriéndonos las espaldas los magníficos dragones del ejército aéreo.
Los que estábamos sentados alrededor del fuego sentimos como los dragones volaban sobre nuestras cabezas, y sentíamos su calor, el calor de su fuego interno. Luchaban con garras u colmillos contra dragones enemigos y catapultas.
Mi abuelo continuó con su historia:
- Nos dirigíamos hacia el centro de la ciudad, donde estaba el centro de operaciones de los enemigos. Parecía una misión imposible y creíamos que íbamos a morir. De repente, dragones enemigos salieron de las puertas de la base, dispuestos a destrozarnos con sus garras.
“Nuestros amigos aéreos aterrizaron limpiamente delante de nosotros, para plantarles cara a los dragones. Luchaban con garras colmillos y fuego. Fuego que caía alrededor nuestro en forma de bolas que destrozaban y hacían volar la tierra por los aires. Mi amigo Seúl resultó herido y le dije que se quedara en ese sitio mientras yo intentaba acabar la misión.”
A mi abuelo parecía gustarle las caras que poníamos, ya que no salíamos de nuestro asombro cuando unas llamaradas de fuego se precipitaban encima de nosotros y se desvanecían antes de tocarnos.
- Me aleje todo lo que pude de los dragones para intentar entrar en la base, pero uno de los jinetes me vio y se precipito encima de mí cabalgando sobre su montura. No tuve tiempo ni de respirar cuando el dragón ya me tenía entre sus garras. Vi que nos alejábamos de la ciudad en llamas y supe entonces que me iban a hacer prisionero. Decidí hacer algo, así que saqué el cuchillo de una de mis botas y acuchillé sin parar las garras del dragón. No parecía hacerle ni cosquillas, pero de repente el cuchillo penetró en la carne de dragón y este pegó un alarido. Me soltó. No volábamos muy alto y gracias di que estábamos encime de un bosque. Sólo me rompí el fémur derecho y dos costillas.
Los presentes dimos un respingo y nos llevamos las manos a las piernas y al pecho con muecas de dolor en nuestros rostros. Pero mi abuelo aún no había terminado:
- Corrí y corrí por todo el bosque buscando un lugar donde esconderme y encontré un lugar, un pueblo, un pueblo donde pasaría el resto de mi vida.
Unos años después me enteré de que mi amigo Seúl había conseguido el objetivo.
Nos incorporamos con sensaciones de alivio y nos dispusimos a apagar el fuego para dormir. Mañana sería otro día y quizá encontráramos lo que buscábamos.

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