lunes, 28 de enero de 2013

Smoking problems.


When I got used to think I was absolutely alone, then, a little bit of tequila reminded me that you were always there, waiting the perfect moment to share all your smiles with my tired soul.

And if someone says something about how I live your life and you live mine, I will take a cigarette and exhale the smoke into his face.

Because there´s no other way to feel so complete than loving life, living life and smoking your problems, burning them with the fire of your heart.

That´s all what I had to say this empty night. Emptiness caused by my bed crying because now it smells more like you, and not so like me, how it used to smell just until one month ago.

Good night, and break a leg.

martes, 22 de enero de 2013

El mejor beso del mundo.


Nada podía ser más perfecto.
El cielo estaba completamente ausente. Ausente de nubes que pudieran estropear aquel momento.
Una oscuridad inmensa sólo alumbrada por las titilantes estrellas que llenaban el vacio que sólo una noche de septiembre en la playa puede ofrecer. Y, a lo lejos, las farolas del paseo marítimo que no cesaban en su intento de alumbrar sus caras, sin conseguirlo. 

Por supuesto, ni una ráfaga de viento existía  que pudiera crear la más mínima ola en el mar bajo sus pies.

La temperatura era la perfecta, no hacía mucho calor, pero sí el suficiente fresco como para llevar una sudadera que arropara sus sentimientos.

Al borde de aquel pantalán donde todo empezara, mirando al infinito, al infinito que sólo los ojos del otro podía otorgar.

No quedaba nadie en aquella zona de la playa. Los veraneantes habían partido días atrás dejando a su paso un letargo y un descanso que no son dignos de mención, sino de sensación.

Ningún sonido perturbaba sus oídos. El silencio era tal, que era audible la respiración tranquila y sosegada de los dos. Tranquilidad sólo proporcionada por la mera presencia del otro. 

Y por supuesto, por allí pasó la Luna, en cuarto creciente, mirándolo todo pero sin observar nada, dando esa sensación de quietud y paciencia que la caracterizaba por esas fechas de aprovechar las noches hasta el fin con el propósito de no sentir acercarse la hora del adiós. 

Y allí pasaron largo rato, hasta que se miraron fijamente y, sonriendo como dos amantes quinceañeros, se dieron el mejor beso del mundo.

sábado, 19 de enero de 2013

Mientras intento pensar que pienso


Lluvia que cae poco a poco por el cristal de mi ventana, mientras nos fumamos las horas entre colores, sueños y cigarros de edredones revoltosos.

Noches largas pero cortas, intensas pero suaves, oscuras pero muy luminosas.
 Lluviosas pero enteramente soleadas.

Sólo necesito un sueño roto para coser. 
Nunca me importó mucho más, quiero mantener ocupada a mi inquieta alma, que me hace pensar, pero no acaba en un final, sino que con su terminación esboza un nuevo comienzo.
Un alma en bucle, un alma redonda sin principio ni fin, un alma errante del pensamiento y de la vida.

Hay veces que me da por pensar, y entonces es peor. Es peor porque veo más de lo que es, más de lo que ven aquellos mis otros cegados ojos.

Y mientras intento pensar que pienso, se me pasan las horas y suspendo.

martes, 15 de enero de 2013

Orenarfer.

Por que no hay dos, si a la tercera no va la vencida, a falta de pan, grandes remedios y a más años, oídos sordos. 

Siempre pensando: al mal tiempo, pecho, y a lo hecho, buena cara.

A quien madruga, le entra sueño a la hora de comer, y a quien buen arbol se arrima, mona se queda.

A caballo regalado, haz limonada, y si ves que al pan, pan, no hay mal que a joder no venga.

Yo siempre animo: donde fueres, con el mazo dando, y mejor pedir perdón que a Dios rogando. 

Y cuidado, que en boca cerrada no es oro todo lo que reluce, que a quien la sarna pica, consuelo de tontos, y que desgraciado en el juego, justifica los medios.

Alguna vez me pasó: que consejos vendo, y parió la abuela; que éramos pocos, y criamos cuervos; y que más ven cuatro ojos los males, que no dos. 

Aplíquense: hombre prevenido, mejor que mal acompañado; y piensen que ojo por ojo todos tuertos, diente por diente gato al agua, y que el perro del hortelano, agudiza el ingenio. 

En el amor: un clavo y no mires a quién, y piensa que más vale maña, que falta de pan, además de que quien bien te quiere, te da dos veces. Siempre con coco, pues quien nace lechón, te hará llorar, y ojos que no ven, ajos come, pues el amor es ciego.

Para los criticones: quien se pica, al pozo; del dicho al hecho, tal astilla; y a perro ladrador, en la cara le cae.

Y ahora, denme pan, y llámenme San Martín.




martes, 8 de enero de 2013

Sabañones de manteca, escalones de mermelada.


Tortugas que corren hacia el mar para no ser devoradas vilmente por las gaviotas. Playas paradisiacas donde descansa el alma de aquellos que saben vivir. 

Vidas que se escapan entre lamentos indecisos y sin remedio posible. 

Niños que lloran, que ríen y juegan por las calles de los pueblos más recónditos de España.
Imágenes de esperanza, fe  y dedicación que acuden a las mentes de los que saben de qué va el asunto. Asunto vil, desagradable, cobrizo, que no cesa de dar a entender las cosas que no son, o que da a entender las cosas que parece que son.
 
Sueños que te despiertan en medio de la noche bajo un manto de sudor y lágrimas, sudor y lágrimas derramadas por el miedo de lo que no conocemos, por el miedo de nuestro subconsciente, por el miedo de nuestro verdadero e inquieto yo. 

Descubrir nuestros más recónditos y perdidos miedos y flaquezas a la luz de la Luna llena de agosto, mientras tratan los pescadores de encontrar en su vida y quehaceres la razón.
Ver en las razones de los demás los sueños de los “de menos”.

De aquello que pensamos antes de dormir y que nos parecen locuras sin coherencia ni cohesión. Eso que nos rehúye mientras intentamos saber que somos.
Quizá el saber que somos está sobrevalorado, y sea más acertado ser lo que somos.

Soñar, vivir, amar, bailar, cantar, reír. Verbos indescifrables para todo ser con un mínimo de sentido de la existencia. 

Un día conocí a un cerdo vietnamita que no cesaba en su intento de arrebatar un trozo de pan a una tortuga. Aquí empezó mi delirio, mi pensamiento, mi filosofía, mi yo. 

Y os dejo con una de las enseñanzas que más me gusta del perfecto e incondicionalmente infiel de mi subconsciente:
Sabañones de manteca, escalones de mermelada.

jueves, 3 de enero de 2013

Paleta de pintor de gentes.


Es curioso lo que puede llegar a crear una simple mente.
Es curioso lo que puede llegar a hacer la imaginación de un niño.
Es curiosa la cantidad de cosas que perdemos al crecer, pero más curiosas aún las que nos quedan esposadas a nuestra personalidad. 

Esto que os voy a contar es una de esas cosas que quedaron y siempre quedarán conmigo, en mi forma de ver la vida. 

Siempre pensé en los colores como algo más, no sé, llamadlo curiosidad científica de un pequeñajo, llamadlo locura de una inocente cabeza, llamadlo como queráis, pero los colores siguen significando personas en mi cabeza. 

Alguna vez traté de explicarle esto a quien trató de escucharme, y aún hoy creo que es algo difícil de entender, pues sólo puede ser asimilado habiendo vivido con ello toda una vida.
Los colores fueron y son algo más para mí, los colores son personas. Mejor dicho, las personas son colores.
Para mí, cada persona humana tiene su color, un color que sólo le das tú, que sólo entiendes tú, y que sólo piensas tú. 

Muchas personas tienen un color parecido, pero todas diferentes en pequeños matices.
De esta forma, siempre huí de los plateados, temí a los marrones, hice migas con los verdes oscuro, idealicé a los azules, creí en los amarillos, me protegí en los naranjas y rojos, admiré a los negros, ví la lealtad en los tonos claros… y así un sinfín de colores que sólo mi mente es capaz de asociar con tipos de personas, formas de ser, aspectos y matices que no hacen en mi cabeza sino reflejar cada uno de los resquicios de personalidad de cada persona que conozco. 

Puedo afirmar que aún hoy en día, sigo pensando en el color de las personas. Llamadlo aura, personalidad, sentimiento, química, pero “veo” ese color en los ojos de la gente, con sólo cruzar una palabra. Basta con que yo considere que eres un azul o un verde claro, para que mi mente esté dispuesta a escucharte, y basta con que me parezcas morado, plateado o marrón para que intente alejarme de ti. 

Sólo escribo esto para que un día, dentro de mucho tiempo, cuando vuelva la vista atrás, me dé cuenta de que los colores siguen ahí, de que nada ha cambiado, de que siempre distinguí el aura, de que siempre os calé a todos, de que no os escapasteis de mi paleta de pintor de gentes.