miércoles, 20 de marzo de 2013

Una propiocepción de a dos.


Por su imperfección había de decir que daría la suya propia.

“Porque la complementariedad no está a la orden del día, gracias”, le decía.
“Porque la confianza en la confianza es la base de la confianza, gracias”, le decía.
“Porque su cabeza nunca se sintió tan entera, gracias”, le decía.

Una frase suya bastaba para hacerle feliz, pero también enfermarle, enfermarle de pura y sincera entrega.

Un giro de la vida unió dos almas sinceras.
Una estocada del destino consiguió desmontarlo todo, para montar algo mucho más grande.

Un universo a dos mentes, un juego de mesa para dos, las dobles pinzas que sujetan una manta tendida en medio de un vendaval.

Ninguno se sentía sólo a sí mismo. Era una propiocepción de a dos.
Dos almas separadas por el simple y llano mundo.  Simpleza contrastada por la complejidad del sentimiento humano.

¿A dónde fue esto? Preguntarán algunos. Y la respuesta la tienen ellos.
Las cosas no van, las cosas suceden, los hechos pasan y sólo existe presente y pasado, el futuro sólo depende de la conexión de nuestros sentimientos.

No pregunten dónde fue esto, pregunten dónde está esto. Y la respuesta, de nuevo, sólo la poseen ustedes. Donde está esto es en todos nosotros, en el fondo de cada corazón dispuesto a dar y recibir.

No tengan miedo a vivir y podrán vivir sin miedos.

lunes, 18 de marzo de 2013

Eterno buscador de soluciones.


Es precisamente en estos momentos de soledad en casa sutilmente acompañado de una cerveza, cigarros y una tele que suena de fondo cuando recuerdo lo que más me llena en este mundo. Cuando recuerdo la música que me mueve, cuando recuerdo los acordes que rigen mi vaivén por este mundo. 

Recuerdo las canciones que me hacían sentir vivo, así como los bailes a los que pertenecí y que me hicieron dejar de pensar, que me ayudaron a sobreponerme, que me ayudaron a crecer y a enterrar malos sabores de boca.

No concibo una vida sin música, soy incapaz de tener tanto tiempo para pensar y no acabar volcado en tantos pensamientos que consiguen hacerme pequeño y pensar en la inmensidad de un universo que no tiene un por qué, un cuándo, un para qué.

Hay quienes se contentan creyendo en algún dios. No soy de esos. No puedo pensar que todo sea tan simple. No puedo entender lo simple. Y eso me da rabia. 

Las cosas no son simples. El valerse por uno mismo no es fácil,  y así he salido, eterno buscador de soluciones y planteador de problemas sólo si existe alguna salida. Soy un optimista apesadumbrado. 

Poco entienden esta última afirmación, pero para los que saben pensar, ahí va otra: soy una tortuga veloz.
Soy el eterno buscador de la felicidad condicionada, el que encuentra en pequeños placeres de la vida lo necesario para vivir, lo necesario para ser feliz. 

En cambio, cuando no encuentro esas pequeñeces, cuando no veo solución, caigo sin remedio en canciones sin motivo, en la pesadez de los párpados del insomne, en la barra de un bar vacío…

en el no saber por qué, para qué ni cuándo.

martes, 12 de marzo de 2013

Este aburrido mundo de equilibrados sensoriales.

En qué alta estima se tiene el loco en su locura, cuando la realidad no es sino que su sino está perdido.

Sino derrumbado por pensamientos inconexos, alma errada en cuanto a su misma predisposición a pensar.

Intención doblada por la incoherencia del contexto. Contexto extraño y bravo, que amenaza con puño de plomo, y que atenúa una vida espléndida antes pretensiosa de vivir, no sólo de sobrevivir.


Una mente extasiada de sobreponer. De sobreponer en sus percepciones la cruda y áspera realidad que no es sino el molino de aquel Don Quijote caído en desgracia al verse privado de llevar a cabo sus portentosas hazañas.

Montará en cólera esta mente despechada y, por diversos medios, intentará hacer ver al mundo que no es ella la equivocada, todo lo contrario, que son los demás los que yerran en sus cavilaciones.


Pura y llana es la mente del enfermo, diamante mal tallado a las manos de la naturaleza.
No por ello menos sano a los ojos de los que, como yo, ven con interés los desintereses de la vida, los dejes pueblerinos del perfecto castellano que es la evolución, perfecta, impoluta, amena y cambiante.


Literato y conocedor de culturas, descriptor de variantes lingüísticas del idioma del sano mental, interesado en los acentos de los dialectos conductuales de cada persona en este aburrido mundo de equilibrados sensoriales.

Eso soy yo.

lunes, 4 de marzo de 2013

JUSTICE.


Qué difícil, qué difícil me resulta hablar de justicia… sobre todo porque es tan relativa como la felicidad, el amor, la amistad…  Sólo puedo dar mi humilde punto de vista que me lleva a ser como soy. 

Para mí la justicia no es sólo tratar y dar a cada uno lo que se merece, sino ser parte de ese karma de todas las personas, recompensarlos por hacer feliz a la gente, hacerles la vida más fácil simplemente por dedicarte una sonrisa. 

Y, obviamente, igualmente al contrario, aunque pueda sonar un poco desagradable. Creo que hay gente que se merece la indiferencia (siempre peor que las cosas malas), igual que hay gente que se merece cosas buenas, así que desde aquí quiero pedir perdón a aquellos que se ganan cosas buenas y que, por mi ínfima condición humana que me lleva a juzgar antes de conocer, no supe tratar como debí. 

Pero igualmente quiero pedir perdón a estas mismas personas merecedoras de sonrisas por haber tratado bien yo mismo a gente que no se lo merecía, pues sólo así nace la maldad de corazón, cuando ríes las gracias a un alma negra.

Todo tenemos temores y miedos que pueden estar ocultos por traumas o sueños profundos y olvidados, pero la justicia se encargará de poner a cada uno en su lugar, y repartirá sonrisas donde las deba haber, así como desdicha donde sea merecida.

Porque la dureza de corazón es buena aliada cuando la justicia brilla por su ausencia.