domingo, 15 de julio de 2012

Capítulo III (libro)

CAPITULO III. RESPUESTAS

Estaba desesperado. Llevaba una hora y media esperando en la puerta de la habitación a la que me habían indicado que fuese, y por allí no habían pasado más que un par de ratones pequeños y un montón de polvo arrastrado por la brisa que había en el corredor.
Me había levantado bien, sin muchos problemas ni dolores y con unas ganas infinitas de preguntar y preguntar sin parar. Nada más despertarme, como si lo hubiera sentido, Odcnil apareció por la puerta y me dijo, con su característica voz grave, que cuando me viera listo para andar me dirigiera a la 5ª puerta del lado derecho del pasillo.
Y allí estaba yo, esperando de pie delante de una puerta blanca como la nieve sin que a nada ni a nadie se le antojara decirme que demonios hacía yo en aquel lugar.
De pronto oí una voz que se acercaba por el pasillo e identifiqué la dulce voz de Ridora.
  - ¡Oh! Ya estás aquí. Odcnil acabará de llegar- dijo llegando a mi lado.
  - ¿Cómo que acabará de llegar? Por aquí no ha pasado nadie en las 2 horas que llevo esperando - le reproché sin ganas
  - Tú pasa y calla - dijo convencida.
Abrí la puerta y al otro lado distinguí una habitación de forma circular en la que había un escritorio con muchos papeles encima. Detrás del escritorio se encontraba Odcnil, con expresión fría y con lo que parecía unas brumas de niebla indefinida a su alrededor, que se fueron disipando en el tiempo en el que yo tardaba en acercarme a la mesa acompañado de Ridora.
El venerable estaba muy ocupado revisando los papeles de su mesa y casi ni se dio cuenta de que entrábamos en la sala.
  - Ejem… ¿Señor?- susurró Ridora acercándose al venerable.
Éste levantó la cabeza de su trabajo y centró su atención en nosotros.
  - Hola Ridora. Hola chico, ¿cómo te encuentras? ¿Has podido andar hasta aquí tú solo?- Me preguntó.
  - Por supuesto- le respondí casi de inmediato.
  - Ridora, ¿puedes traer dos sillas para el chico y para ti? Gracias- ordenó indirectamente-. Tenemos muchas cosas de las que hablar.
“Y tanto”, pensé mientras repasaba mi oleada de preguntas que esperaba se respondieran en esa sala. ¿Cómo había llegado allí? ¿Qué había pasado en Norpher después de nuestra escapada? ¿Qué haríamos ahora? Y muchas más con respecto a la guerra y a Matt.
Ridora llegó con dos sillas y lo dos nos sentamos enfrente de Odcnil.
  - Bueno chico, para empezar, ¿cómo decías que te llamabas?
“Madre mía, pues empezábamos bien el canoso y yo”. Pensé.
  - Eric.
  - Bien Eric, estamos aquí para responder tus preguntas e informarte de lo que va a pasar a partir de ahora
  - Pues…
  - Primero te informaré de la situación actual en la que nos encontramos - me cortó de manera escabrosa, no parecía dispuesto a escuchar preguntas, sino más bien a informar de lo que considerara oportuno.
  - Está bien.- le respondí con desgana.
Ridora se encontraba al lado mío, atenta a lo que iba a decir su maestro, preparada para completar las explicaciones de éste.
  - Como ya te habrás enterado, estamos en guerra, los soldados de los pueblos del norte, los que apoyan al señor de la Oscura Luz, se han movilizado y hablan del despertar de los antiguos caballeros negros.
  - ¿Caballeros negros?...- pregunté
  - ¡Pss!, calla y escucha – me cortó Ridora con voz suave pero que no permitía reproche.
  - Cuenta la leyenda que sólo tres personas habitantes del mundo a un tiempo determinado pueden ser convertidas o “usadas” como caballeros negro, y ha llegado a nuestros oídos que uno de estos caballeros ya lleva un tiempo sirviendo al señor de la Oscura Luz.
  - El dragón… - susurré intentando atar cabos.
  - Exacto, el jinete del dragón que atacó Norpher no era más que el primero de los tres caballeros oscuros. No tenemos muy claro cuál es el fin del señor de la Oscura Luz, pero lo que sí sabemos es que los caballeros oscuros trabajan por y para él, y harán cualquier cosa que él les pida.
  - Lo más importante y que no debes olvidar, Eric, - intervino la aterciopelada voz de Ridora-. Es que los caballeros no tienen piedad, no dudan de su cometido y ni siquiera se plantean si lo que hacen está bien o mal, ellos acatan órdenes y ejecutan planes.
  - Y aquí es donde entras tu, Eric – expresó el anciano.
  - ¿Yo? – pregunté sin tener ni idea de por dónde podían ir los tiros.
  - La situación es desesperada, el día de la Elección, mientras yo me encontraba en Norpher, atacaron éste refugio y desaparecieron los demás venerables, no sabemos si están muertos o los han capturado con algún fín, pero sabemos que no podemos quedarnos de brazos cruzados.
  - Sigo sin entender qué tiene esto que ver conmigo… yo… - expuse sin mucha convicción.
  - Te entrenaremos y adiestraremos para que aprendas lo más rápido posible, necesitamos tu ayuda. En estos momentos, todo el continente se prepara para una guerra contra algo que ni siquiera se sabe qué puede ser, y los únicos capaces de detener a los caballeros oscuros son aquellos que han sido instruidos en la magia – Odcnil parecía deseperado por que yo entendiera algo que me era tan imposible de comprender, como que la magia iba a ser mi instrucción. Nunca se hablaba de magia en pueblos como el mío, pues se sabía que era reservada para aquellos privilegiados elegidos por los venerables, y su uso se reducía a conflictos bélicos.
  - ¿Qué significa que me entrenareis? ¿Y qué hay de Norpher? ¡Yo quiero volver para ver cómo está todo, fue un ataque terrible! – repliqué intentando no pensar en Matt.
  - Eric… - comenzó a hablar Ridora-. Norpher ya no es lo que te imaginas… todo está… frío.
  - ¿Frio?, ¿qué quieres decir con frio? – mi voz iba alzándose y mi cara empezaba a ponerse roja de furia, nervios y frustración.
  - Basta – concluyó Odcnil-. Eso lo verás cuando estés preparado, de momento tenemos que centrarnos en tu entrenamiento…
  - ¡No! – casi grité con voz temblorosa -. ¡Tengo que ver cómo ha quedado todo, tengo que saber lo que ha pasado, tengo que saber dónde está Matt!
 - Si te refieres al chico que llevaba el dragón entre sus garras, puedes pensar lo que quieras, pero quizá fuese simplemente su aperitivo del día.
Ahora sí, ahora sí me había callado el maldito anciano. Se había excedido, yo lo sabía, él lo sabía, Ridora lo sabía.
Mi cara pasó del rojo de ira al blanco en una fracción de segundo, no podía concebir esa idea, no podía… Bajé la cabeza y noté cómo una lágrima bajaba serpenteante por mi mejilla derecha.
Tras diez segundos de silencio sepulcral, Odcnil se volvió a pronunciar:
  - Si no eres capaz de mantener tus sentimientos bajo control, todo se volverá contra ti, tenlo siempre en cuenta. Ridora, en tres horas acompaña al chico a la sala de los orbes, todo ha de empezar ya – Fueron sus últimas palabras antes de que desapareciera como lo había hecho en Norpher, entre una nebulosa coloreada que parecía tragarse a sí misma.
Yo me quedé con la cabeza abajo, intentando no pensar, pero haciéndolo sin más remedio, en silencio, y esperando que Ridora no viera caer las lágrimas por mi barbilla.
  - Puedes volver a la habitación donde estuviste antes cuando quieras – empezó a hablar Ridora-. En tres horas pasaré a buscarte.
Se levantó y comenzó a andar hacia la puerta de la habitación, pero antes de salir se giró y, dirigiendo su rostro hacia mí dijo:
  - Y perdona a Odcnil, sus métodos no son muy acertados a veces, pero comprobarás que a largo plazo sus enseñanzas te ayudarán a mantenerte con vida. No te preocupes por tu amigo, seguro que está bien. Y por cierto, increíble recuperación la tuya ante un transporte ajeno como el de traerte desde Norpher hasta aquí, debes de ser potencialmente bueno.
Dicho esto, se giró y salió por la puerta. Agradecí infinitamente esas palabras de apoyo. Necesitaba creer en algo, en alguien, no podía pensar que mi vida había desaparecido en una sola noche, tenía que tener esperanza en que Matt seguiría ahí…
Tras pasar cinco minutos ahí, sentado mirando al vacio del escritorio de Odcnil, recobrándome, me levanté y me dispuse a salir de aquel cuarto.
Antes de salir, algo llamó mi atención. Una raja en la inmaculada pared blanca fue capaz de detener mi marcha. No fue este hecho el único que me hizo parar, sino más bien el hilillo de agua que salía por la grieta de la pared y empezaba a cubrir el suelo poco a poco. ¿Nadie se habría dado cuenta de aquello? Una gotera como esa no pasa desapercibida a nadie.
Me arrodillé cerca de la grieta para intentar ver de dónde provenía el problema, pero cuán fue mi sorpresa cuando, al acercar mi mano al riachuelo que caía cada vez más fuerte, éste dejó de fluir. Me miré las manos, no había nada raro en ellas, estaban como siempre, pequeñas pero firmes, morenas del Sol y con alguna que otra uña partida. Simplemente debía de haber sido una coincidencia, esas cosas pasan. Me encogí mentalmente de hombros y volví cabizbajo a la habitación donde había dormido. Tenía muchos pensamientos que ordenar, y toda aquella situación seguía pareciéndome un sueño. Me recosté en la cama y seguí dándoles vueltas a preguntas que no podían tener respuesta en la situación en la que me encontraba. Me gustase o no, en ese momento dependía de ese borde anciano.



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