domingo, 5 de mayo de 2013

Reflexión de inflexión.


Son tropas que envía el karma, son obstáculos inconmensurables, son estupideces para ser interpretadas por aquellos que sepan hacerlo.
Son cosas que nunca hice, son cosas que nunca pensé en hacer, y son cosas que nunca pensé que fuese a hacer.

La vida ni cambia ni fluye, somos nosotros los que nos volvemos gilipoyas. Los que odiamos, los que amamos, los que le damos mil vueltas a la cabeza, los que no dejamos que la vida, con toda su serenidad, penetre en nosotros.

A veces hay que dejar que la naturaleza se abra camino hacia nuestras almas. A veces hay que dejar que la inmortalidad de lo mortal que nos rodea se haga paso entre nuestras prisas, nuestros cambios y nuestros quehaceres que inundan la vida que tuvimos, tenemos y nunca dejaremos de tener.
Porque cómo nos gusta cambiar, como nos gusta imitar a los que veneramos y como nos gusta odiarlos al mismo tiempo.

Es esta bipolaridad humana, este continuo vaivén de raciocinio y pensamientos demás los que nos nublan el instinto animal que en ocasiones es conveniente dejar aflorar para no volvernos locos, para poder dejar de pensar que pensamos y para permitir vivir al animal enjaulado que todos llevamos dentro.

Sólo son cinco minutos al día lo que necesitamos esta deshibición, para conseguir que nuestra alma se vea plenamente guiada por un cuerpo, y no por una mente.
Son sólo estos cinco minutos al día lo que necesitamos para relajarnos, para descansar de verdad.
Salir a correr como si no hubiera mañana, ponernos música que no entendamos, pegar cuatro gritos y dejarse llevar por las olas del mar hasta que pasen esos cinco minutos de pura nada.

Porque ser un animal que sabe que piensa que razona y que siente a veces puede llegar a cansarnos, y el querer pensar y saber más puede convertirse en una obsesión que nos lleve por el camino de la amargura y la falsa necesidad de hipersuperación.

Por todo ello dejadme correr, dejadme gritar, dejadme sentir morir a mi razón, dejadme cerrar la caja de pandora de mis pensamientos y, sobre todo, dejadme en paz si no sois capaces de entender esto y nunca podéis relajaros de verdad.