domingo, 15 de julio de 2012

Capítulo I (libro)

CAPITULO I. RING
¡Ring, ring!
Me desperté, y como siempre, desee no haberlo hecho. Lo primero que hice fue apagar el maldito artilugio que me regaló mi madre. ¿Para qué querrá la gente despertarse con algo tan ruidoso? Pero me quedé en la cama, como todos los sábados, remoloneando. Parecía un día nublado. Se había terminado el invierno y los ríos bajaban llenos de agua por las laderas de las montañas.
Oí a mi madre, me estaba llamando, pero no me apetecía levantarme.
  -¡Eric, hay tortitas para desayunar! -gritó ella desde abajo.
Me levanté rápidamente, me puse mis zapatillas y bajé corriendo las escaleras. Al llegar abajo, a la cocina, vi que encima de la mesa había tostadas y un vaso de leche lleno y otro vacío.
  -¿Dónde están las tortitas? -pregunté frotándome los ojos.
  -¿Qué tortitas? No, si era para que salieses de la cama, que vais a llegar tarde, además Matt ya lleva esperando un rato a que te despiertes, y se ha tomado un vaso de leche. Está en el salón.
  -¿Tarde? ¿Matt, aquí? ¿A dónde vamos a llegar tarde?
  -Pues a la Elección por supuesto, pero qué despistado eres.
Matt llegó a la cocina desde la puerta del salón, sonriendo. Era un chico alto, moreno, de ojos verdes oliva y musculoso, debido a los trabajos de campo que llevábamos a cabo juntos para sobrevivir allí, en la montaña.
  -¡Buenos días dormilón! -me dijo.
  -¡Hola Matt! Si te esperas un momento, subo, me cambio y ya salimos.
  -¿Cómo que ya salís?, pero si ni siquiera has desayunado -intervino mi madre.
  -Da igual mamá, volveremos enseguida, si nunca nos eligen. Esos viejos, “venerables”… -gruñí aún adormilado.
  -No los llames así, además, hoy puede ser especial, ¿no? -dijo mi madre mientras se dirigía a la sala de estar.
Matt y yo nos miramos, sabiendo que no nos cogerían, ya habían pasado tres años en los que habíamos asistido a la Elección, y ninguno nos habían elegido. Ya no teníamos esperanza, pero siempre nos quedaba en el cuerpo esa sensación de “y si esta vez…”, aunque rápidamente acallábamos esa vocecilla y nos centrábamos en el presente, en lo que siempre habíamos hecho, en sobrevivir y poco más.
  -Bueno, voy saliendo, te espero fuera, y no tardes -me inquirió Matt andando hacia la puerta.
  -Vale, vale -le respondí sin mucho ánimo.
Subí las escaleras y, mientras me cambiaba, fantaseé en cómo sería mi vida si a uno de los venerables se le ocurriese escogerme, o cogernos a los dos. Nos pasaríamos la vida con él en algún lugar paradisíaco del mundo, aprendiendo de todos sus conocimientos sobre magia y luego, cuando fuésemos mayores, serviríamos de venerables o formaríamos parte del ejército de vuelo, junto a otros muchos, y defenderíamos el continente con todas nuestras fuerzas… Bueno, sería genial visto así, pero nunca nos iban a coger.

Ya estaba vestido y bajé las escaleras. Entré en el salón y ví a mi madre leyendo en un sillón. El salón era principalmente de madera, como el resto de la casa, y tenía unas ventanas que daban a las montañas. Tenía también dos sillones de piel y al otro lado una chimenea. De  las paredes colgaban algunas de las cabezas de ciervos y jabalíes que cazaba mi padre hacía unos años, antes de que saliera de viaje y nunca lo volviéramos a ver.
Siempre habíamos sido una familia muy normal, teníamos una serie de tierras que cultivábamos para subsistir, y nos relacionábamos bien con todos nuestros vecinos. Mi padre siempre decía “cuanto más tienes, más necesitas, Eric, no lo olvides nunca”, y un día en que salió a cazar con el grupo de los adultos, desapareció sin dejar rastro. Todos dijeron que simplemente “no lo vieron desaparecer”, pues ese día de caza se hizo de noche y, al volver a la aldea, se dieron cuenta de que faltaba él… Desde entonces, hemos sido mi madre y yo los que nos hemos dedicado a vivir, con la ayuda de todos los aldeanos y, por supuesto, gracias a Matt, que siempre estuvo ahí para apoyarme.
  -Adiós mamá, enseguida volvemos -le dije a mi madre acercándome y dándole un beso. Ella me miró de reojo, hizo un gruñido de asentimiento y siguió enfrascada en su lectura.
Salí a la calle, donde me esperaba Matt sin signos de desesperación, qué paciencia que tenía. Fuimos en dirección a la plaza del pueblo, como todos los años por estas fechas. Mientras, hablábamos sin parar y pensábamos sobre lo increíble que sería que nos escogieran aquel año.
Anduvimos por un montón de calles que nos conocíamos de memoria, ya que habíamos nacido y vivido siempre allí, en Norpher.
Norpher era un pueblo perdido entre las montañas, con casas bajitas, viejas y de madera. Tenía un sinfín de calles desordenadas que se disponían entorno a la plaza  central del pueblo, donde estaba la casa del alcalde, la carnicería, otros edificios comerciales y, en fechas de la Elección, una especie de escenario de madera en el que se “aparecerían” los venerables y escogerían a sus elegidos, uno o dos por cada viejo cascarrabias.
La cantidad de gente que andaba por las calles iba aumentando.
  -¡Uff!, va a estar lleno de gente, que desesperación -suspiró Matt que, al igual que yo, odiaba entrar en grandes aglomeraciones de gente.
Llegamos a la plaza y, efectivamente, estaba a rebosar. Nos intentamos meter entre el tumulto para encontrar un buen sitio, pero necesitamos de tres intentos para conseguirlo. Al final nos pudimos instalar en un sitio cercano al escenario, que estaba iluminado por unos espejos que reflejaban la luz de unos farolillos, ya que el día no era especialmente soleado. Estaba todo lleno de gente, pero podíamos ver perfectamente el escenario y al alcalde, que estaba subiendo las escalerillas para dar su habitual discurso previo a la Elección y presentar a los venerables.
  -¡Buenos días a todos! -dijo entusiasmado-. Ha llegado el día anual de la ya conocida Elección y espero que estéis preparados para conocer personalmente, unos más que otros, a nuestros tres venerables de este año. Ha sido un año difícil, pero quiero desear fervientemente a aquellos que sean elegidos, que aprovechen la oportunidad que se les brinda y sepan afrontar las circunstancias que se les presenten en el futuro siguiendo su aprendizaje con los venerables, pues son la mayor fuente de sabiduría que conocemos hasta ahora y dominan artes que a nosotros se nos escapan. Pensad que ser elegido no es algo que deba ser tomado a la ligera…
“Bla, lo de siempre” -pensé, y juraría que por la cabeza de Matt iban pensamientos en la misma línea que los míos.
Un grupo de niños, dos o tres años menores que nosotros empezó a gritar y a aplaudir en cuanto el alcalde terminó su discurso, uniéndose a toda la plaza, que se deshacía en vítores.
El alcalde se echó unos pasos hacia atrás para dar paso al primer venerable.
  -¡En primer lugar, tenemos al venerable Thungus!
Con un ¡PUFF!, una niebla intensa cubrió una pequeña parte del escenario y un hombre mayor de larga barba blanca y medio calvo salió de entre la niebla disipándola con su larga túnica verde. Los chicos de atrás chillaron y aplaudieron con ganas.
   -Buenos días a todos  -dijo Thungus con una voz seria y grave-. Como bien sabéis, hoy seréis testigos de la elección de algunos de vosotros para servir al imperio en un futuro. Yo me dispongo a elegir a dos personas para venirse conmigo. En primer lugar, Fenish Corel. -Un aplauso general sacudió la plaza  y un chico de unos 11 años, situado en primera fila y, deshaciéndose de los brazos de su madre que lo rodeaban, subió al escenario-. Y en segundo lugar, Gunglaus Marks. -Otro aplauso general y un chico de los de atrás alcanzó el escenario apoyado por los aplausos de sus familiares y amigos.
  -Por mí es todo -dijo el venerable, y con otro ¡PUFF! desapareció del escenario dejando a los dos chicos solos que, avergonzados, se apartaron a un lado esperando que todo acabase para ir a sus casas a coger sus cosas y esperar a que el venerable fuese a buscarlos.
  -¡Breve pero intenso! -sentenció el alcalde-. Y en segundo lugar, ¡aquí está Glodias!
Un rayo partió el cielo y cayó junto al alcalde, pero al ver que no salía despedido hacia atrás, éste se quedó desconcertado al comprobar que se trata del segundo venerable, que había aparecido junto a él en el brillantísimo destello del rayo. Llevaba una túnica roja y tenía aún unos pocos pelos en su cabeza, hecho reseñable dada su apariencia de avanzada edad.
Matt y yo nos miramos. Sabíamos de años anteriores que éste era el venerable más simpático y con el que mejor trato se podía llegar tener, y cruzamos los dedos aún con toda la esperanza perdida. Fue como  un reflejo para desearnos suerte el uno al otro.
  -¡Buenos días a todos, pueblo de Norpher! Hoy es un gran día para el Imperio, y sólo estar aquí me llena de orgullo. Aún así, he de confesaros que sólo elegiré a uno de vosotros. Su nombre es… -calló para dar suspense a la situación-. ¡Amelly Juckman! -Otra de los chicos de detrás subió al escenario y todos sus amigos gritaron y silbaron por ella-. Y eso es todo, un placer. -Y un nuevo rayo se precipitó del cielo y se lo llevó sin hacer el más mínimo ruido.
Matt alzó la voz por encima de todo el griterío.
  -Me parece que aunque me cojan ya no me gustaría mucho.
Yo sabía perfectamente a lo que se refería. El siguiente venerable era el que caía peor a todo el mundo. Era antipático y egoísta y muchos de los jóvenes a los que había enseñado habían vuelto a sus casas delgaduchos y con ojos que parecían estar presenciando el cataclismo más absoluto.
El alcalde continuó con su charla haciendo un gesto con la mano para acallar al gentío.
  -Ahora vamos a dar paso al último de los venerables que nos acompañará hoy. ¡Él es Odcnil!
De repente apareció de la nada una nebulosa que hacía que los colores del fondo del escenario se confundieran y aparecieran una masa de nubes grises donde iban apareciendo colores que antes no estaban. La confusa masa de colores se fue disipando y apareció encima del escenario un hombre mayor, canoso y con una túnica de color violeta en la que todavía quedaban algunos resquicios de niebla multicolor de su aparición.
  -Buenos días -empezó con voz cortante y muy seria-. Todos esperáis ser elegidos por alguno de nosotros pero lo que no sabéis es que el camino que se os abre al ser elegidos no es precisamente un camino de rosas, sino que tendréis que luchar y convertiros en hombres y mujeres dignos de servir algún día por este mundo. -Todos callamos muy sorprendidos por el repentino e inesperado discurso de Odcnil. No es que fuese inesperado del todo pero, normalmente, este venerable se limitaba a decir el nombre de sus elegidos y largarse a toda prisa-. También me gustaría que supieseis que actualmente estamos en guerra. Si, nadie os lo ha avisado pero debéis saberlo. Los demás venerables no estaban de acuerdo en decirlo, pensando en que este es un pueblo perdido entre las montañas y que aquí no llegaría la guerra. Pero mi criterio es otro, por lo que ahora mismo elegiré al desafortunado que tendrá que seguirme y al que dentro de cuatro horas pasaré a recoger por su casa, tal como lo harán los demás venerables.
Miré a Matt y vi que no tenía ninguna intención en que le cogiera este venerable, en cambio yo aún albergaba alguna esperanza al respecto.
  -Eric Nugsber -pronunció el venerable con voz grave.
¡No me lo podía creer! Miré hacia el escenario y vi que el venerable estaba esperando que subiese para poder irse ya de allí. Matt me estaba mirando con cara de sorprendido, al igual que yo a él. Luego me dedicó una gran sonrisa y me indicó con gestos que subiese al escenario, donde el venerable Odcnil ya empezaba a desesperarse.
Me encaminé hacia allí, sin escuchar el griterío que acompañaba a mi avance, pero antes de que fuese a llegar, el cielo tomó un color gris metálico y las nubes lo cubrieron por completo.
Todos creímos que se trataba de la aparición o desaparición de alguno de los venerables, pero pronto nos dimos cuenta de que no tenía nada que ver con aquello, era algo más, algo desagradable.
Toda la plaza estaba en silencio, y la gente miraba al cielo en busca de la causa de aquel fenómeno. De repente un puntito negro apareció de entre las nubes.
  -¡Dragón! -gritó un anciano en medio del gentío.
Todo se descontroló, la gente corrió hacia todos lados en busca de cobijo, gritaban y agarraban a sus seres queridos, la plaza estaba al borde del colapso.
Busqué a Matt entre el tumulto y lo divisé a lo lejos. Venía corriendo hacia mí, mientras yo bajaba las pocas escaleras que me había dado tiempo a subir.
Mientras, la imagen del dragón se tornó más nítida y se adivinaba una figura montada sobre su lomo.
Matt me alcanzó sin resuello.
  -¿Qué hacemos? -le pregunté.
  -¡Correr! –gritó decidido.
Avanzamos por el río de gente, pero noté que poco a poco, llevados por el torrente, nos íbamos distanciando.
  -Vete a tu casa, yo iré a la mía, ya nos veremos…
Apenas terminé de oír su frase cuando un ruido como nunca antes había oído, surgió de detrás de nosotros. Me giré y observé que el dragón se nos había echado encima y seguía a la gente por la avenida principal del pueblo, rugiendo y enseñando sus enormes dientes salpicados de furia.

Matt se desvió hacia su casa y yo seguí recto hacia mi calle. Miré hacia atrás y no me pude creer lo que vi. El dragón, enorme y de escamas color azul zafiro, se desvió hacia la calle de Matt persiguiendo a un montón de gente. Mientras volaba libremente por la calle, el jinete lanzaba unos rayos azules que al alcanzar a la gente, los dejaba paralizados y rígidos como estatuas.

Me paré y continué mirando el espectáculo que se me ofrecía. La gente iba quedando petrificada a lo largo de la calle, pero el dragón parecía perseguir algo, o a alguien.
Se estaban alejando mucho, ya no distinguía bien la escena, pero vi que el dragón daba la vuelta haciendo un giro en el aire –al parecer había conseguido lo que buscaba–, y se dirigía directamente hacia donde yo me encontraba junto a otros aterrorizados transeuntes.
Me giré e intenté reanudar mi carrera, con tan mala suerte que tropecé y caí al suelo con un ruido sordo.
La gente no se daba cuenta de mi presencia y me pisaba y pateaba por todos lados. Abrí los ojos y lo vi. Vi como se acercaba el dragón y como el jinete me miraba fijamente, sin apartar un momento la mirada de mí. Sabía que venía a por mí, pero no podía hacer nada por evitarlo, me encontraba en el suelo, paralizado por el terror.

Oí una voz, una voz que me llamaba a moverme, me di la vuelta y distinguí a Odcnil a través de mi vista nublada. Estaba entre esa niebla con la que él se transportaba.
  -¡Vamos, vamos! -me gritó desesperado. Me agarró una mano y sentí el vació, sentí como si me arrancaran las extremidades del cuerpo una a una.
Antes de desaparecer por completo, pude atisbar lo que había agarrado el dragón en aquella callejuela. Era un chico, un chico alto y moreno… Era Matt, y estaba colgando inerte entre una de las garras del gigantesco reptil.


Ya no me encontraba en Norpher.

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