lunes, 5 de noviembre de 2012

Sabed soñar.


Hoy escribo para intentar haceros reflexionar (hecho no muy en auge últimamente) sobre un aspecto que me ha llamado mucho la atención acerca de un libro que está pasando por mis manos en estos días. El libro se titula: “Un antropólogo en Marte”, del doctor Oliver Sacks, altamente recomendable para entender la mente humana, al igual que otros libros suyos tales como “El hombre que confundió a su mujer con un sombrero”.
El caso que me ha llamado la atención y del que no puedo dejar de pensar, es sobre un paciente suyo que, privado del sentido de la vista desde su infancia, es operado de cataratas y, milagrosamente, empieza a “ver” la realidad.
¿”Ver”? ¿”Realidad”? Son conceptos que están ampliamente discutidos por el doctor Sacks para una persona que, debido a su condición, nunca ha asociado la vida con “ver”.
En realidad, y para los curiosos como yo (sobre todo estudiantes de ramas de ciencias de la salud), tal milagro no había sido así, ya que el paciente P había sido diagnosticado años atrás de una retinitis pigmentosa y, dado que la retina iba a estar altamente dañada, se había renunciado a la operación de cataratas porque no se confiaba en que este individuo pudiese recobrar la vista.
Pero pasemos al aspecto interesante.
El paciente P, había desarrollado en su vida una capacidad superior a los demás para guiarse por el sentido del tacto, el equilibrio, el oído, etcétera. Debido a ello, en cuanto “recobró” la vista, seguía estando ciego al mundo.
De esta manera, tras ser retirada la venda que cubría sus ojos después de la operación, no habría sido capaz de distinguir a la que era su mujer del cirujano que le operó de no ser  porque el médico en cuestión inquirió: “¿Y bien?”
A este efecto se sumaron muchos otros problemas en su día a día. No era capaz de distinguir un cuadrado de un círculo si no los tocaba. Tenía que hacer una nueva asociación de vida-visión (o más bien de tacto-visión) con la que todos los demás hemos nacido desde pequeños. Así, el paciente P no era capaz de entender una simple escalera, sólo veía una serie de líneas paralelas que ni siquiera era capaz de adivinar como ascendentes. Sólo cuando tocaba la barandilla era posible que se ubicara. Así le sucedía con toda su casa, era un extraño en su propia casa. Entendía que existían las fresas, los melocotones y las naranjas, pero no era capaz de distinguir cada una usando sus flamantes ojos recién operados.
De hecho, muchas son las implicaciones negativas de este tipo de operación, como una depresión por haber cambiado de perspectiva a una persona absortamente cómoda en su realidad táctil.
Pero, a través de casos como este (que recomiendo que el lector de mi blog busque, por tratarse de un uno altamente curioso) puedo y deseo que seáis capaces de “ver” más allá.
El título de este post es “Sabed soñar”, y no en vano.
Todos nosotros hemos aprendido a ver. Aprender es algo adscrito a nuestra vida, necesario para que podamos sobrevivir en ella, pero, ¿y si todo este aprendizaje no ha sido del todo completo o quizá demasiado específico?
Hemos aprendido a ver, a oler, a tocar, pero lo más importante, a asociar estas sensaciones.
Estas asociaciones podrían derivar únicamente del ámbito social del humano. Pienso que hay un campo de nuestra mente que no es expandido, potenciado. Creo que podríamos “ver” más allá, descubrir un nuevo mundo, o dimensión, o como se quiera llamar.
No podemos afirmar que el dormir sea una ilusión. Pueden ser delirios de nuestra mente exhausta y ansiosa de descanso, sí, pero podrían ser algo más, podría ser, simplemente, que no sabemos “verlos” adecuadamente.
Todo esto puede sonar a locura en la cabeza de un post adolescente aún hiper hormonado, pero pensadlo seriamente.
Sí no le damos importancia a los sueños (y yo no se la doy), quizá sea porque nadie nos ha enseñado a interpretarlos, nadie nos ha enseñado a vivir en ellos. Podría ser que fuéramos a ciegas como le ocurría al paciente P, que tenía todo lo posible para ver, pero le era muy difícil entender la realidad “viendo”.
Con todo esto quiero dejar claro mi desacuerdo con las teorías de interpretaciones de sueños, pues no es sólo a los sueños a lo que me refiero, es a algo más, algo que puede estar viviendo con nosotros, pero que somos tan cabezotas que nos negamos a mirar.
Y con esto abordo uno de los temas que más angustia al ser humano, y es el fin de nuestros días de vida, la muerte. El fin de nuestros días de “ver”.
¿Y si hubiésemos aprendido durante la vida a ver aquello que nos está oculto por nuestra simple condición de seres humanos cansados y necesitados de desconexión ocho horas al día? ¿Y si tal desconexión fuese en realidad una conexión con esa otra dimensión de nuestra existencia a la que no le prestamos atención?
Quizá, si le prestáramos atención, si de verdad existe ese otro lado, la muerte no sería más que un continuar esa “otra vida” que, de momento, el ser humano no ha aprendido a discernir.
Un saludo a todos, y a soñad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario