viernes, 11 de julio de 2014

Otoño de vida

Es importante pensar
en lo que depara el destino
pero también hay que velar
por no perderse en el camino
de los que vienen y van
sin nada nuevo que aportar,
de aquellos que creen
poder vivir sin amar.


Las noches caldean la tinta creadora,
huérfanas de padre
y como única progenitora, la Luna.
Paisajes de versos se me antojan al pensarte,
desordenados, embrutecidos, ansiosos por hablarte.
Rienda suelta al alma libre
que vuela sin querer
hasta en tu lápida posarse
para velar el descanso eterno
que recibió tu injusto perecer.


Aquellos días cálidos,
noches frías, húmedas, desamparadas,
que presenciaron nuestros primeros besos
con aroma a agua salada.
Agrio se nos mostró el principio
mas no vimos que, tras años,
mucho más agrio sería el final,
y capaz de hacer mucho más daño,
pues antaño el único que nos vio llorar
fue el eterno y oscuro mar.


Y es que a veces siento
que no podría siquiera pensar
si no tuviera aquella vela
en el alfeizar de nuestro ventanal,
infinita, fulgurante y tenaz,
demostrando con su perpetua luz
que me sigues mirando
buscando entre mi alma azul
aquel respiro sosegado
que todo podía sanar.


La vida misma muerta yace
no me deja respirar,
pero mis recuerdos siguen vivos
allá donde tú estás,
observando nuestro amor que nace
de la más pura bondad
que demostraste antes de irte
para no volver jamás.

No hay comentarios:

Publicar un comentario