jueves, 3 de enero de 2013

Paleta de pintor de gentes.


Es curioso lo que puede llegar a crear una simple mente.
Es curioso lo que puede llegar a hacer la imaginación de un niño.
Es curiosa la cantidad de cosas que perdemos al crecer, pero más curiosas aún las que nos quedan esposadas a nuestra personalidad. 

Esto que os voy a contar es una de esas cosas que quedaron y siempre quedarán conmigo, en mi forma de ver la vida. 

Siempre pensé en los colores como algo más, no sé, llamadlo curiosidad científica de un pequeñajo, llamadlo locura de una inocente cabeza, llamadlo como queráis, pero los colores siguen significando personas en mi cabeza. 

Alguna vez traté de explicarle esto a quien trató de escucharme, y aún hoy creo que es algo difícil de entender, pues sólo puede ser asimilado habiendo vivido con ello toda una vida.
Los colores fueron y son algo más para mí, los colores son personas. Mejor dicho, las personas son colores.
Para mí, cada persona humana tiene su color, un color que sólo le das tú, que sólo entiendes tú, y que sólo piensas tú. 

Muchas personas tienen un color parecido, pero todas diferentes en pequeños matices.
De esta forma, siempre huí de los plateados, temí a los marrones, hice migas con los verdes oscuro, idealicé a los azules, creí en los amarillos, me protegí en los naranjas y rojos, admiré a los negros, ví la lealtad en los tonos claros… y así un sinfín de colores que sólo mi mente es capaz de asociar con tipos de personas, formas de ser, aspectos y matices que no hacen en mi cabeza sino reflejar cada uno de los resquicios de personalidad de cada persona que conozco. 

Puedo afirmar que aún hoy en día, sigo pensando en el color de las personas. Llamadlo aura, personalidad, sentimiento, química, pero “veo” ese color en los ojos de la gente, con sólo cruzar una palabra. Basta con que yo considere que eres un azul o un verde claro, para que mi mente esté dispuesta a escucharte, y basta con que me parezcas morado, plateado o marrón para que intente alejarme de ti. 

Sólo escribo esto para que un día, dentro de mucho tiempo, cuando vuelva la vista atrás, me dé cuenta de que los colores siguen ahí, de que nada ha cambiado, de que siempre distinguí el aura, de que siempre os calé a todos, de que no os escapasteis de mi paleta de pintor de gentes.

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