viernes, 22 de febrero de 2013

Bendita sangre de tinta.


Los gatos que pasan me oyen maullar a la Luna para que se haga llena de una vez y me deje ser.

Las nubes se pronuncian sobre lo difícil que es vivir. Veo en ellas lo fácil que resulta ver sin atender, oír pero no escuchar.

Fundamentos me sobran para no querer pensar más esta noche. Porque es triste no querer ayudar, pero es enormemente peor querer hacerlo y no poder.

Sólo hay frases cortas y sentencias de dolor que intentan convertirse en palabras sonoras y bellas que intenten disimular los sentimientos, abstractos, inertes, invisibles.

EL gotelé de las paredes se vuelve mi amigo cuando pienso que pensar me hace mal. Las alfombras se convierten en camas improvisadas, y el cenicero en el mejor aliado.

Una hoja en blanco reclama mi atención. Siempre lo hace, alguna vez la obedezco. La obedezco para contar, expresar, sentir, ver, vivir, ordenar… La canalización de una vida, hecha tinta y árboles.

Benditos árboles que me permiten vivir.
Bendita sangre de tinta que la vida me ha dado.

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