Vale, creo que va siendo hora de hablaros del amor.
Incultos.
El amor no es buscar a alguien que te haga feliz, el amor es
encontrar a alguien con quien compartir tu felicidad.
El amor no es ver reflejados tus cosas buenas en los ojos
del otro, el amor es mirarse ambos al espejo, con defectos y virtudes.
El amor no es encontrar a alguien que te divierta, el amor
es saber quién es ese alguien, y quererlo simplemente porque sí.
Ojalá y todos entendiesen esto. Ojalá todos lo viesen como
yo. Ojalá todos se enamoraran y fueran capaces de verlo. Ojalá nadie fuese tan egoísta
como para pensar, “tengo que encontrar a alguien que me haga feliz”. Ojalá
nadie tuviese tan poca autoestima.
Soy un ateo de todo, pero creo en cosas que nadie cree.
Cupido, ese ser aberrante fruto del mismísimo Dios y del
cabrón del Diablo, ese ser que disfruta fastidiando, no es más que una tortuga, o , mejor dicho, varias pequeñas tortugas.
Unas tortugas lentas, pero firmes, que saben dónde morder, que saben a quién ponerte
al lado, porque lo ven y lo observan todo, desde la sombra de una palmera
tropical. Pero son unas tortugas a las que les han tocado las narices, por eso a
veces nos lían, y, en vez de hacer nuestro bien, nos joden directamente, sin
contemplaciones. Es la cara oculta del karma. Siempre sabe lo que hacer.
Usad vuestras posibilidades como personas, como seres
capaces de ser fieles para conseguir el amor.
No es ninguna tontería. Si deseas
algo, haz lo posible. Lo posible es nada, porque todo es relativo, la nada son
las cosas subjetivas, las cosas subjetivas son las creencias, las creencias
absurdas son las más lógicas, personales e interesantes, las que más humanos os
hacen. Si queréis a otro humano con vosotros, ser vosotros mismos es lo mejor
que podéis hacer, ser fieles a vosotros mismos, todo lo demás vendrá sólo. La tortuga velará
por vosotros, sólo tenéis que guardar fidelidad a vuestras no creencias, o a
vuestras creencias sin sentido, en definitiva, a vuestra mente y sus locuras.
Hago un llamamiento a la loca cordura, a la fe sin
esperanza, a las más grandes pequeñeces, hago un llamamiento a que disfrutéis de
quién disfruta, a que disfrutéis con quien disfruta, pero también a que disfrutéis
vosotros mismos.
Os animo a creer en las tortugas, os animo, pues, a ser
felices.
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