CAPITULO
I. RING
¡Ring,
ring!
Me
desperté, y como siempre, desee no haberlo hecho. Lo primero que hice fue
apagar el maldito artilugio que me regaló mi madre. ¿Para qué querrá la gente
despertarse con algo tan ruidoso? Pero me quedé en la cama, como todos los
sábados, remoloneando. Parecía un día nublado. Se había terminado el invierno y
los ríos bajaban llenos de agua por las laderas de las montañas.
Oí
a mi madre, me estaba llamando, pero no me apetecía levantarme.
-¡Eric, hay tortitas para desayunar! -gritó
ella desde abajo.
Me
levanté rápidamente, me puse mis zapatillas y bajé corriendo las escaleras. Al
llegar abajo, a la cocina, vi que encima de la mesa había tostadas y un vaso de
leche lleno y otro vacío.
-¿Dónde
están las tortitas? -pregunté frotándome los ojos.
-¿Qué tortitas? No, si era para que salieses
de la cama, que vais a llegar tarde, además Matt ya lleva esperando un rato a
que te despiertes, y se ha tomado un vaso de leche. Está en el salón.
-¿Tarde?
¿Matt, aquí? ¿A dónde vamos a llegar tarde?
-Pues a la Elección por supuesto, pero qué
despistado eres.
Matt
llegó a la cocina desde la puerta del salón, sonriendo. Era un chico alto,
moreno, de ojos verdes oliva y musculoso, debido a los trabajos de campo que llevábamos
a cabo juntos para sobrevivir allí, en la montaña.
-¡Buenos días dormilón! -me dijo.
-¡Hola Matt! Si te esperas un momento, subo,
me cambio y ya salimos.
-¿Cómo que ya salís?, pero si ni siquiera has
desayunado -intervino mi madre.
-Da igual mamá, volveremos enseguida, si
nunca nos eligen. Esos viejos, “venerables”… -gruñí aún adormilado.
-No los llames así, además, hoy puede ser
especial, ¿no? -dijo mi madre mientras se dirigía a la sala de estar.
Matt
y yo nos miramos, sabiendo que no nos cogerían, ya habían pasado tres años en
los que habíamos asistido a la Elección, y ninguno nos habían elegido. Ya no teníamos
esperanza, pero siempre nos quedaba en el cuerpo esa sensación de “y si esta
vez…”, aunque rápidamente acallábamos esa vocecilla y nos centrábamos en el
presente, en lo que siempre habíamos hecho, en sobrevivir y poco más.
-Bueno, voy saliendo, te espero fuera, y no
tardes -me inquirió Matt andando hacia la puerta.
-Vale, vale -le respondí sin mucho ánimo.
Subí
las escaleras y, mientras me cambiaba, fantaseé en cómo sería mi vida si a uno
de los venerables se le ocurriese escogerme, o cogernos a los dos. Nos
pasaríamos la vida con él en algún lugar paradisíaco del mundo, aprendiendo de
todos sus conocimientos sobre magia y luego, cuando fuésemos mayores,
serviríamos de venerables o formaríamos parte del ejército de vuelo, junto a
otros muchos, y defenderíamos el continente con todas nuestras fuerzas… Bueno,
sería genial visto así, pero nunca nos iban a coger.
Ya
estaba vestido y bajé las escaleras. Entré en el salón y ví a mi madre leyendo
en un sillón. El salón era principalmente de madera, como el resto de la casa,
y tenía unas ventanas que daban a las montañas. Tenía también dos sillones de
piel y al otro lado una chimenea. De las
paredes colgaban algunas de las cabezas de ciervos y jabalíes que cazaba mi
padre hacía unos años, antes de que saliera de viaje y nunca lo volviéramos a
ver.
Siempre
habíamos sido una familia muy normal, teníamos una serie de tierras que
cultivábamos para subsistir, y nos relacionábamos bien con todos nuestros
vecinos. Mi padre siempre decía “cuanto más tienes, más necesitas, Eric, no lo
olvides nunca”, y un día en que salió a cazar con el grupo de los adultos,
desapareció sin dejar rastro. Todos dijeron que simplemente “no lo vieron
desaparecer”, pues ese día de caza se hizo de noche y, al volver a la aldea, se
dieron cuenta de que faltaba él… Desde entonces, hemos sido mi madre y yo los
que nos hemos dedicado a vivir, con la ayuda de todos los aldeanos y, por
supuesto, gracias a Matt, que siempre estuvo ahí para apoyarme.
-Adiós mamá, enseguida volvemos -le dije a mi
madre acercándome y dándole un beso. Ella me miró de reojo, hizo un gruñido de
asentimiento y siguió enfrascada en su lectura.
Salí
a la calle, donde me esperaba Matt sin signos de desesperación, qué paciencia
que tenía. Fuimos en dirección a la plaza del pueblo, como todos los años por
estas fechas. Mientras, hablábamos sin parar y pensábamos sobre lo increíble
que sería que nos escogieran aquel año.
Anduvimos
por un montón de calles que nos conocíamos de memoria, ya que habíamos nacido y
vivido siempre allí, en Norpher.
Norpher
era un pueblo perdido entre las montañas, con casas bajitas, viejas y de
madera. Tenía un sinfín de calles desordenadas que se disponían entorno a la
plaza central del pueblo, donde estaba
la casa del alcalde, la carnicería, otros edificios comerciales y, en fechas de
la Elección, una especie de escenario de madera en el que se “aparecerían” los venerables
y escogerían a sus elegidos, uno o dos por cada viejo cascarrabias.
La
cantidad de gente que andaba por las calles iba aumentando.
-¡Uff!, va a estar lleno de gente, que desesperación
-suspiró Matt que, al igual que yo, odiaba entrar en grandes aglomeraciones de
gente.
Llegamos
a la plaza y, efectivamente, estaba a rebosar. Nos intentamos meter entre el
tumulto para encontrar un buen sitio, pero necesitamos de tres intentos para
conseguirlo. Al final nos pudimos instalar en un sitio cercano al escenario,
que estaba iluminado por unos espejos que reflejaban la luz de unos farolillos,
ya que el día no era especialmente soleado. Estaba todo lleno de gente, pero
podíamos ver perfectamente el escenario y al alcalde, que estaba subiendo las
escalerillas para dar su habitual discurso previo a la Elección y presentar a
los venerables.
-¡Buenos días a todos! -dijo entusiasmado-. Ha
llegado el día anual de la ya conocida Elección y espero que estéis preparados
para conocer personalmente, unos más que otros, a nuestros tres venerables de
este año. Ha sido un año difícil, pero quiero desear fervientemente a aquellos
que sean elegidos, que aprovechen la oportunidad que se les brinda y sepan
afrontar las circunstancias que se les presenten en el futuro siguiendo su
aprendizaje con los venerables, pues son la mayor fuente de sabiduría que
conocemos hasta ahora y dominan artes que a nosotros se nos escapan. Pensad que
ser elegido no es algo que deba ser tomado a la ligera…
“Bla,
lo de siempre” -pensé, y juraría que por la cabeza de Matt iban pensamientos en
la misma línea que los míos.
Un
grupo de niños, dos o tres años menores que nosotros empezó a gritar y a
aplaudir en cuanto el alcalde terminó su discurso, uniéndose a toda la plaza,
que se deshacía en vítores.
El
alcalde se echó unos pasos hacia atrás para dar paso al primer venerable.
-¡En primer lugar, tenemos al venerable
Thungus!
Con
un ¡PUFF!, una niebla intensa cubrió una pequeña parte del escenario y un hombre
mayor de larga barba blanca y medio calvo salió de entre la niebla disipándola
con su larga túnica verde. Los chicos de atrás chillaron y aplaudieron con
ganas.
-Buenos días a todos -dijo Thungus con una voz seria y grave-. Como
bien sabéis, hoy seréis testigos de la elección de algunos de vosotros para
servir al imperio en un futuro. Yo me dispongo a elegir a dos personas para
venirse conmigo. En primer lugar, Fenish Corel. -Un aplauso general sacudió la
plaza y un chico de unos 11 años,
situado en primera fila y, deshaciéndose de los brazos de su madre que lo
rodeaban, subió al escenario-. Y en segundo lugar, Gunglaus Marks. -Otro
aplauso general y un chico de los de atrás alcanzó el escenario apoyado por los
aplausos de sus familiares y amigos.
-Por mí es todo -dijo el venerable, y con
otro ¡PUFF! desapareció del escenario dejando a los dos chicos solos que,
avergonzados, se apartaron a un lado esperando que todo acabase para ir a sus
casas a coger sus cosas y esperar a que el venerable fuese a buscarlos.
-¡Breve pero intenso! -sentenció el alcalde-.
Y en segundo lugar, ¡aquí está Glodias!
Un
rayo partió el cielo y cayó junto al alcalde, pero al ver que no salía
despedido hacia atrás, éste se quedó desconcertado al comprobar que se trata
del segundo venerable, que había aparecido junto a él en el brillantísimo
destello del rayo. Llevaba una túnica roja y tenía aún unos pocos pelos en su
cabeza, hecho reseñable dada su apariencia de avanzada edad.
Matt
y yo nos miramos. Sabíamos de años anteriores que éste era el venerable más
simpático y con el que mejor trato se podía llegar tener, y cruzamos los dedos
aún con toda la esperanza perdida. Fue como un reflejo para desearnos suerte el uno al
otro.
-¡Buenos días a todos, pueblo de Norpher! Hoy
es un gran día para el Imperio, y sólo estar aquí me llena de orgullo. Aún así,
he de confesaros que sólo elegiré a uno de vosotros. Su nombre es… -calló para
dar suspense a la situación-. ¡Amelly Juckman! -Otra de los chicos de detrás
subió al escenario y todos sus amigos gritaron y silbaron por ella-. Y eso es
todo, un placer. -Y un nuevo rayo se precipitó del cielo y se lo llevó sin
hacer el más mínimo ruido.
Matt
alzó la voz por encima de todo el griterío.
-Me parece que aunque me cojan ya no me
gustaría mucho.
Yo
sabía perfectamente a lo que se refería. El siguiente venerable era el que caía
peor a todo el mundo. Era antipático y egoísta y muchos de los jóvenes a los
que había enseñado habían vuelto a sus casas delgaduchos y con ojos que
parecían estar presenciando el cataclismo más absoluto.
El
alcalde continuó con su charla haciendo un gesto con la mano para acallar al
gentío.
-Ahora vamos a dar paso al último de los venerables
que nos acompañará hoy. ¡Él es Odcnil!
De
repente apareció de la nada una nebulosa que hacía que los colores del fondo
del escenario se confundieran y aparecieran una masa de nubes grises donde iban
apareciendo colores que antes no estaban. La confusa masa de colores se fue
disipando y apareció encima del escenario un hombre mayor, canoso y con una
túnica de color violeta en la que todavía quedaban algunos resquicios de niebla
multicolor de su aparición.
-Buenos días -empezó con voz cortante y muy
seria-. Todos esperáis ser elegidos por alguno de nosotros pero lo que no
sabéis es que el camino que se os abre al ser elegidos no es precisamente un
camino de rosas, sino que tendréis que luchar y convertiros en hombres y
mujeres dignos de servir algún día por este mundo. -Todos callamos muy
sorprendidos por el repentino e inesperado discurso de Odcnil. No es que fuese
inesperado del todo pero, normalmente, este venerable se limitaba a decir el
nombre de sus elegidos y largarse a toda prisa-. También me gustaría que
supieseis que actualmente estamos en guerra. Si, nadie os lo ha avisado pero
debéis saberlo. Los demás venerables no estaban de acuerdo en decirlo, pensando
en que este es un pueblo perdido entre las montañas y que aquí no llegaría la
guerra. Pero mi criterio es otro, por lo que ahora mismo elegiré al
desafortunado que tendrá que seguirme y al que dentro de cuatro horas pasaré a
recoger por su casa, tal como lo harán los demás venerables.
Miré
a Matt y vi que no tenía ninguna intención en que le cogiera este venerable, en
cambio yo aún albergaba alguna esperanza al respecto.
-Eric Nugsber -pronunció el venerable con voz
grave.
¡No
me lo podía creer! Miré hacia el escenario y vi que el venerable estaba
esperando que subiese para poder irse ya de allí. Matt me estaba mirando con
cara de sorprendido, al igual que yo a él. Luego me dedicó una gran sonrisa y
me indicó con gestos que subiese al escenario, donde el venerable Odcnil ya
empezaba a desesperarse.
Me
encaminé hacia allí, sin escuchar el griterío que acompañaba a mi avance, pero
antes de que fuese a llegar, el cielo tomó un color gris metálico y las nubes
lo cubrieron por completo.
Todos
creímos que se trataba de la aparición o desaparición de alguno de los
venerables, pero pronto nos dimos cuenta de que no tenía nada que ver con
aquello, era algo más, algo desagradable.
Toda
la plaza estaba en silencio, y la gente miraba al cielo en busca de la causa de
aquel fenómeno. De repente un puntito negro apareció de entre las nubes.
-¡Dragón! -gritó un anciano en medio del
gentío.
Todo
se descontroló, la gente corrió hacia todos lados en busca de cobijo, gritaban
y agarraban a sus seres queridos, la plaza estaba al borde del colapso.
Busqué
a Matt entre el tumulto y lo divisé a lo lejos. Venía corriendo hacia mí,
mientras yo bajaba las pocas escaleras que me había dado tiempo a subir.
Mientras,
la imagen del dragón se tornó más nítida y se adivinaba una figura montada
sobre su lomo.
Matt
me alcanzó sin resuello.
-¿Qué hacemos? -le pregunté.
-¡Correr! –gritó decidido.
Avanzamos
por el río de gente, pero noté que poco a poco, llevados por el torrente, nos
íbamos distanciando.
-Vete a tu casa, yo iré a la mía, ya nos
veremos…
Apenas
terminé de oír su frase cuando un ruido como nunca antes había oído, surgió de
detrás de nosotros. Me giré y observé que el dragón se nos había echado encima
y seguía a la gente por la avenida principal del pueblo, rugiendo y enseñando
sus enormes dientes salpicados de furia.
Matt
se desvió hacia su casa y yo seguí recto hacia mi calle. Miré hacia atrás y no
me pude creer lo que vi. El dragón, enorme y de escamas color azul zafiro, se
desvió hacia la calle de Matt persiguiendo a un montón de gente. Mientras
volaba libremente por la calle, el jinete lanzaba unos rayos azules que al alcanzar
a la gente, los dejaba paralizados y rígidos como estatuas.
Me
paré y continué mirando el espectáculo que se me ofrecía. La gente iba quedando
petrificada a lo largo de la calle, pero el dragón parecía perseguir algo, o a
alguien.
Se
estaban alejando mucho, ya no distinguía bien la escena, pero vi que el dragón
daba la vuelta haciendo un giro en el aire –al parecer había conseguido lo que
buscaba–, y se dirigía directamente hacia donde yo me encontraba junto a otros aterrorizados
transeuntes.
Me
giré e intenté reanudar mi carrera, con tan mala suerte que tropecé y caí al
suelo con un ruido sordo.
La
gente no se daba cuenta de mi presencia y me pisaba y pateaba por todos lados.
Abrí los ojos y lo vi. Vi como se acercaba el dragón y como el jinete me miraba
fijamente, sin apartar un momento la mirada de mí. Sabía que venía a por mí,
pero no podía hacer nada por evitarlo, me encontraba en el suelo, paralizado
por el terror.
Oí
una voz, una voz que me llamaba a moverme, me di la vuelta y distinguí a Odcnil
a través de mi vista nublada. Estaba entre esa niebla con la que él se
transportaba.
-¡Vamos, vamos! -me gritó desesperado. Me
agarró una mano y sentí el vació, sentí como si me arrancaran las extremidades
del cuerpo una a una.
Antes
de desaparecer por completo, pude atisbar lo que había agarrado el dragón en
aquella callejuela. Era un chico, un chico alto y moreno… Era Matt, y estaba
colgando inerte entre una de las garras del gigantesco reptil.
Ya
no me encontraba en Norpher.
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