En qué alta estima se tiene el loco en su locura, cuando la realidad no es
sino que su sino está perdido.
Sino derrumbado por pensamientos inconexos, alma errada en cuanto a su misma
predisposición a pensar.
Intención doblada por la incoherencia del contexto. Contexto extraño y
bravo, que amenaza con puño de plomo, y que atenúa una vida espléndida antes
pretensiosa de vivir, no sólo de sobrevivir.
Una mente extasiada de sobreponer. De sobreponer en sus percepciones la
cruda y áspera realidad que no es sino el molino de aquel Don Quijote caído en
desgracia al verse privado de llevar a cabo sus portentosas hazañas.
Montará en cólera esta mente despechada y, por diversos medios, intentará
hacer ver al mundo que no es ella la equivocada, todo lo contrario, que son los
demás los que yerran en sus cavilaciones.
Pura y llana es la mente del enfermo, diamante mal tallado a las manos de la
naturaleza.
No por ello menos sano a los ojos de los que, como yo, ven con interés los
desintereses de la vida, los dejes pueblerinos del perfecto castellano que es
la evolución, perfecta, impoluta, amena y cambiante.
Literato y conocedor de culturas, descriptor de variantes lingüísticas del
idioma del sano mental, interesado en los acentos de los dialectos conductuales
de cada persona en este aburrido mundo de equilibrados sensoriales.
Eso soy yo.
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