Es importante pensar
en lo que depara el
destino
pero también hay que
velar
por no perderse en el
camino
de los que vienen y
van
sin nada nuevo que
aportar,
de aquellos que creen
poder vivir sin amar.
Las noches caldean la
tinta creadora,
huérfanas de padre
y como única
progenitora, la Luna.
Paisajes de versos se
me antojan al pensarte,
desordenados,
embrutecidos, ansiosos por hablarte.
Rienda suelta al alma
libre
que vuela sin querer
hasta en tu lápida
posarse
para velar el
descanso eterno
que recibió tu
injusto perecer.
Aquellos días
cálidos,
noches frías,
húmedas, desamparadas,
que presenciaron
nuestros primeros besos
con aroma a agua
salada.
Agrio se nos mostró
el principio
mas no vimos que,
tras años,
mucho más agrio sería
el final,
y capaz de hacer
mucho más daño,
pues antaño el único
que nos vio llorar
fue el eterno y
oscuro mar.
Y es que a veces
siento
que no podría
siquiera pensar
si no tuviera aquella
vela
en el alfeizar de
nuestro ventanal,
infinita, fulgurante
y tenaz,
demostrando con su
perpetua luz
que me sigues mirando
buscando entre mi
alma azul
aquel respiro
sosegado
que todo podía sanar.
La vida misma muerta
yace
no me deja respirar,
pero mis recuerdos
siguen vivos
allá donde tú estás,
observando nuestro
amor que nace
de la más pura bondad
que demostraste antes
de irte
para no volver jamás.
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